Regina Orozco es referente de una sociedad y cultura que inició “emergente” y hoy es incluyente. Su canto como su presencia escénica se incrustan en la cultura popular de las últimas dos décadas, porque su voz incluyó el sketch como pretexto para denunciar, para hacer público o compartir una postura ante la política, la sociedad gay y el arte en general.
Se hizo indispensable en la cultura popular a razón de una lírica que se instaló en el cancionero popular, basta revisar su discografía para dar cuenta de ello: De Manuel M. Ponce hasta Juan Gabriel, sin temor a la variedad, el discurso sentimental sonoro de Regina Orozco la convierte en un ejemplo generacional de lo que implica ser artista. El cine la retrata de cuerpo entero, la transforma y la convierte en símbolo de mujer maldita, pero también en una especie de profuga de Almodóvar, de mujer insumisa, de mujer excéntrica.
La entrega artística y personal de una de las figuras femeninas más destacadas y respetadas de la escena cultural en México, han hecho de Regina Orozco una mujer fuera de serie, un personaje sublime e irreal.
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