La comedia de los subnormales

No estamos en Londres ni reina ya la eterna Victoria. Y, sin embargo, todos actúan como si así fuera. Porque eso es lo que hacen, actúan. Un anciano aristócrata simula cortejar a una joven e ingenua criada, mientras su mujer -insaciable dama de la alta sociedad inglesa- aparenta complacerse sexualmente con el mayordomo de la mansión. Cercados por un mundo hostil y amenazante que no es otra cosa que la proyección mental de su propia decadencia moral y física, viven como si todo siguiera igual que siempre: “el tiempo detenido. Todo igual, en el mejor estado posible”.

Su presente no es más que la asfixiante repetición de unos rituales viejos y desvencijados en los que ni ellos mismos creen pero que repiten con desahuciada esperanza. Los tiempos de gloria y esplendor se han ido del todo: el polvo invade los desastrados salones, el hambre aprieta y retuerce las tripas. El paraíso es tan sólo el recuerdo de una nostalgia. La única posibilidad de supervivencia está en la simulación eterna.

 

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