“Danzar es un estado no pensado y un pensamiento en movimiento. Y hacer una coreografía es organizar estos estados y proyectarlos poéticamente en un espacio y tiempo singular. La realidad de la Danza, es la realidad del cuerpo que se encuentra con el mundo, manteniéndolo a distancia”, afirma su director Tino Fernández.
La pieza aborda un universo femenino, donde el hombre es el objeto de deseo y, como tal, motor de su ruta emocional. El encuentro entre los sexos se produce como un juego del cual cada uno espera salir triunfador. Emociones en tensión, personajes que se debaten entre el odio y el amor, el perdón y el rencor, el olvido y la presencia, la esperanza y la desesperación.
“No tengo un lenguaje coreográfico específico, cuando estoy creando, me interesa el ser humano que está en el escenario. Intento sacar lo mejor de cada uno” concluye el director. Es así como la Factoría institucionaliza este espacio de formación y espera que nuevos artistas y creadores se vinculen en el 2019.
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