“No habrá otra paz que la que conquistemos cada día”.
La paz perpetua sólo se consigue como un pacto entre Estados que deciden abandonar el estado de libertad salvaje para formar una comunidad pací ca. Este es el planteamiento de Emmanuel Kant en su libro del mismo título. Así reunidos, los seres humanos no pierden su soberanía: son la autoridad máxima. Las decisiones deben ser racionales, vinculadas con el derecho de personas que no debe consistir en un derecho de guerra. Un derecho de guerra va a conducir eventualmente a la paz de los sepulcros: la paz perpetua. Antes que el acato a la ley, debe sobreponerse encima de ella, la vida. Los derechos del hombre, los éticos, el derecho de la vida encima de los derechos jurídicos, no importa si es inocente o culpable. Se deben salvar vidas. La intención es lograr un día en que el amor a la libertad se imponga en todos los corazones, en que haya una humanidad sin enemigos. Y esta es la propuesta de Juan Mayorga, que los únicos capaces de distinguir entre lo justo y lo injusto son los corazones de los perros.
La humanidad ha perdido aquello de “humanidad” que creíamos le era innato y la distinguía de los demás seres vivos. Ahora los únicos capaces de visualizar las diferencias son los perros. En un escenario de búsqueda de paz, aún vivimos en una paranoia que obliga a la defensa. La obra expone alternativas al respecto desde tres puntos: la justicia por mano propia, la defensa organizada por los dirigentes y la razón que desvirtúa la violencia contra la violencia. El espectador tendrá a su alcance las razones de cada posición teniendo la oportunidad de tomar partido, hacerse preguntas y concebir un punto de vista individual frente a una problemática nacional e incluso mundial: ¿cómo construir la paz perpetua?
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Dirección:
Iván Olivares
Elenco:
Alexis Rojas, Iván Carvajal, Alejandro Buitrago, Wilson Forero y Julián Diaz
Producción:
Natalia Ramírez
Grupo:
La Quinta Picota
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